jueves, 19 de enero de 2012

Juan Manuel Carrasco. Poeta Con Mirada De Caleidoscopio.

Si se ha de elegir una herramienta, frente al autor que nos ocupa y su juego poético, planteado con reiteración en este título, será preferible desdeñar la azarosa lupa, y tomar un caleidoscopio, ya que, en nuestra mirada, no habrá sitio para hurgar lo que el autor ha sostenido con gran coherencia durante estas páginas. Juan M. Carrasco D. ofrece en su primer libro una calidad que sobrepasa las primeras impresiones. Caleidoscopio, porque nos permite girar como huesos, que él mismo asevera como materia del poemario. Dichos giros, gritos sobre el abandono y la soledad, coqueteos con la locura para revestir la pureza de un verbo habitado desde la razón, contrastes, o el hecho de atreverse, en la vocación del poema corto, al simple yacer de las cosas, con la complejidad de que no necesitarán nombrarse.

Va y viene constantemente sobre las palabras, como una suerte de oleaje, donde reconoce en el acto de la creación a un Dios que a ratos lo llena de gracia para luego abandonarlo, retrato vivo de su rostro y de la crisis de humanidad de nuestros tiempos. Se trata de un ser que lo eleva a las cimas del pensamiento, sobre un par de alas que luego se le hacen inasibles por voluntad del poeta mismo y lo hacen caer con una fuerza más que merecida sobre lo que vive, y me atrevería a decir que, planteado en la escritura, se resuelve dicho juego con más que una interrogación.

Sobre nosotros mantiene un vértigo, una suerte de verdad intuida, tensa el hilo de su cordura en busca del contraste que revele la más pura esencia, por dado que dicho hilo fuera una cuerda para entonar vibraciones de descubrimiento dirigidas a la carnosidad de la oreja o hasta fundirse como los paisajes sobre los que pinta.

La imagen llevada con cuido, pero Huesos sublimes y otros poemas Juan M. Carrasco
expresando un desdén, una burla que de pronto se ha vuelto una ceremonia muy alejada de lo común, para lo cual basta su mirada iluminadora, un juego de lentes gastados orgánicamente y cuya sobreposición lo repone anímicamente en el ejercicio del oficio. Carrasco nos demuestra en esta primera entrega que supo partir del origen poco remoto de su cotidianidad, para ofrecernos en su habla un tenue y albo resplandor que lo acerca a lo universal, casi con el mismo gusto de lo lisérgico, de lo que en nuestra geografía vendría a ser un poeta beat, con mirada de caleidoscopio.

   


DE HUESOS SUBLIMES



VI
A Luis Araque
La otra poesía:
la que no se teje en las miradas
la que se embadurna de ron y smog
la que canta su grito diario
desde el otro extremo
de esta rara ciudad







XVII
A Alcides Rojas
Las voces detestables
de la locura
no tienen asidero
en mi carne
ni en mis huesos

Soy el sublime atajo
a la razón
insospechada risa
candente armonía
sueño fugado
reino depuesto

Despierto
y sospecho del eco
de un grito
escrito en la pared

Temo quedarme
dormido otra vez






CLAUSTRO

Siempre que me siento a escribir
                                            [voy soltando la mano
las palabras se aglomeran
buscan una salida                 no la hallan
y entonces se ponen a llorar
no quieren quedarse dentro de esta cárcel
que las somete a duras revisiones.
De repente se abren la compuertas
cadapalabraempieza a
salirdemaneratropelladanosecontienen
niensímismas
nadie es tanafortunado para descubrir
quéencubren o quédirán ante el papel vacío
esa otra cárcel quelascontendrá
infinitamente
dirpersadasporsuscuatro esquinas
Ellas no saben desconocen su rumbo
es un vórtex blanco
                                un espejo
y de allí saltar a los ojos de cualquiera
y volver a encerrarse.
No seré yo
sino otro que no siendo
reproducirá en sí
mi revisoria prisión.


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